Después de varias semanas rondando por los alrededores de Madrid, el patriarca del rock procedente de Carabanchel saltó finalmente al ruedo en la Plaza de Toros de Las Ventas para lidiar sus vergüenzas delante de 17.300 espectadores, quienes durante las cerca de dos horas y media de concierto disfrutaron de una faena como pocas veces ha podido verse a Rosendo. Con un cartel de invitados y amigos de carretera sin parangón, la noche sirvió de homenaje a éste género musical con voces y punteos que mentira le parecieron al guitarrista de 60 tacos.
“Con natural discreción” y muy en su línea, Rosendo abrió el repertorio con A dónde va el finado, para arrancar posteriormente con un “apaga y vámonos” que levantó a los pocos que aún permanecían sentados en las gradas. La rocambolesca prima Elena soltaba sus ‘cositas’ antes de entrar en materia y de que Rosendo empezase a leer el manifiesto de su decimosexto trabajo en solitario: Vergüeza Torera.
Ya con los preliminares en los corrales, la novillada comenzó con riff tranquilos y sin excesos, no fuese a ser que el “encaje de bolillos” –Al lodo brillo-, lo “comido por servido” –Ni fu, ni fa– y Delirio cansasen a las fieras antes de asestar el bofetón final. Rescatando palabras del diccionario para denunciar el malestar general, a Rosendo no le quedaban luego elocuencias que decir entre canción y canción, más que su “gracias” con tono de cordero. “Para mal o para bien”, y siempre teniendo como banderillero al bajista Rafa, Rosendo se colocaría Hasta de perfil para luego pedir Salud y buenos alimentos y cerrar lo que podría considerarse como la primara parte del espectáculo con Cada día y Cuando.
Coge el sombrero y al redil
Sin más descanso que el ritual de secarse el sudor con la toalla, Rosendo daría paso al primer invitado de la noche: Kutxi Romero. Con chaleco y a pecho descubierto, la voz cazallera y a la vez armónica de Marea pondría los pelos de punta al encandilar Muela la muela, terminando la pieza con un “viva la revolución” que resonó por pista, gradas y tendidos.
Sin dejar que muriese el grito de la calle, De nada más precedería a una emotiva comunión de Rosendo y su hijo, Rodrigo Mercado -quien también actúo de telonero con su grupo reggae-, remando “hombro contra hombro” y con un par de violines y violonchelos ya de paso. Si ver al legendario rockero compartiendo el escenario con su hijo tocó la fibra de los asistentes, el siguiente acto remató el momento recordando a Chiqui Marical y Tony Urbano: Rosendo recordó a sus compañeros de Leño dejando la púa de lado y entonando con sus propios dedos un Leño pa’ siempre con la guitarra española.
Después del memorial y del cálido aplauso de las miles de personas que fueron testigos de éste, Luz Casal entraría en escena ayudando a Rosendo a llevarse la primera oreja de la noche con el tema de Leño Entre las cejas. A partir de ahí, los punteos comenzaron a acelerar con Sufrido para posteriormente dar paso a otro invitado con bastón: El Drogas, que saltó con su traje de luces para acompañar con Vergüenza torera. Hablando más que cantando, el ex miembro de Barricada se atrevió con la retahila de montar “la barraca y venga tiroriro y toma traca y daca y luego yo no he sido” mientras el anfitrión clavaba los rehiletes con su alma de seis cuerdas. Todo para terminar con un “mienten”.
El agua caliente sirvió como puente entre El Drogas y el que sería el único guitarrista invitado a la corrida. La introducción de Flojos de Pantalón vino acompañada de la entrada de Fito Cabrales y su Fender ‘strato’ blanca. Si la primera oreja de la noche que se cobró Rosendo fue con Entre las Cejas y Luz Casal, la segunda sería con el venido de Bilbo. La musa vino de la mano de uno de los solos más bellos del rock nacional; cuando parecía que después de éste vendría el ‘subidón’, Fito amordazaría el momento con un estridente punteo que dejaría a los asistentes boquiabiertos.
Aguante, que no es poco, y final apoteósico
De esta manera empezaría a caer encima de Las Ventas toda la artillería del repertorio. Amaina tempestad seguiría moviendo al público para el Miguel Ríos hiciese su puesta en el ruedo, culminando el elenco de novilleros de Rosendo. Agradecido fue el tema elegido, compartiendo ambos artistas el mismo micrófono y dirimiendo quien era el “artista preferido”; finalmente, Rosendo se llevó las manos a la cabeza al ver como el público le devolvía sus palabras con todo el afecto y cariño.
Leño haría acto de presencia de nuevo con Sorprendente para dejar sitio al género Masculino singular. Próximas las dos horas de concierto, el artista de Carabanchel iría anunciando el final de su repertorio disparando Pan de higo y Loco por incordiar. Con el clásico amago de que esto se ha acabado, Rosendo volvería para rematar la faena con un tono más duro evitando que el público se oxidase y enfriase con …y dale!, Majete y Navegando a muerte.
El broche final, como no podía ser de otra manera, fue el Maneras de vivir. Juntos y revueltos, Rosendo y todos los artistas invitados brincaron al darse por vencidos al intentar cantar más alto que el público, siendo más bien los artistas los encargados de hacer los coros de la grada. Así fue como concluyeron las dos horas y media de concierto en donde Rosendo, uno de los padres del rock nacional, salió por la puerta grande de Las Ventas, sorprendido del bullicio, sin saber bien qué decir y recordando que hay una plaza vacante “Maneras de vivir”.
Texto: Aarón Ortega
Fotos: MQ y Facebook de Rosendo Mercado