¿Estamos en esto por la música o estamos en la música por esto?
Crónica personal (y nada profesional) del Viña Rock 2017
Por: Sabrina Sánchez Quintero
Si algo ha caracterizado al Viña Rock de 2017 es la lluvia que prácticamente no cesó de arreciar durante tres días seguidos. Sin embargo, esto no es óbice para disfrutarlo en su totalidad; al menos, no para aquellos que, año tras año, esperamos estos tres días como nuestra oportunidad para volver al micromundo que se crea en ese pequeño enclave de la provincia de Albacete que se entrega en su práctica totalidad con sus visitantes anuales. Es difícil explicar el espíritu del Viña a quien nunca haya estado en un festival de estas características, tan diferentes de otros con artistas de mayor renombre y precios más desorbitados. Aquí cabemos todos: tengas mucho o poco, te guste o no el cartel, haga bueno o malo, prefieras comer de menú en el bar o de sándwiches en el camping. Si luego, como yo, tienes la buena o mala fortuna de engancharte a este rollo y además, como a mí, te encanta este tipo de música, tendrás festivales más pequeños como el Alterna, el Pintor, el Shikillo, el Kalikenyo, el Juerga’s o el Festardor que, cada uno con su espíritu propio, te van convirtiendo casi sin quererlo en un experto en Festivales.
Llevo a mis espaldas 5 Viñas y, en total, 22 festivales. Hasta ahora no me había atrevido a relatar mi experiencia en ninguno. Agradezco a Paco su infinita paciencia conmigo y el haberme cedido un espacio en Música Quintanar. Mi intención era llevarme una libretita y anotar todo lo que los conciertos me inspiraran, además de cuantas canciones de los setlists lograra identificar. La lluvia arrasó con todas las anotaciones que hice y el resultado no estará jamás al nivel de otras crónicas completas que ya he visto por ahí. Tiro de memoria y, por tanto, voy a cometer infinidad de errores que espero que, quien lea esto y haya estado allí, tenga a bien señalar en la sección de comentarios. Así ganamos todos.
Si he elegido transformar una canción de Lendakaris Muertos para el título de este escrito es, precisamente, porque esto del Viña engancha mucho. Tanto, que el 90% de la música que escucho en mi día a día es de grupos que han actuado en él. Pero cuando salen las entradas a la venta, el cartel da igual. Hay que ir, fin de la discusión. Cabe preguntarse, por tanto, si uno se mete en esto por la música o si, por el contrario, uno se mete en la música porque es una de las cosas que, inevitablemente, va a encontrar en el Viña. Lo que sí sé es que, este año, he estado en más conciertos que en ninguno de los Viñas anteriores. Cosa curiosa, teniendo en cuenta que también ha sido en el que la lluvia y un sonido nefasto en los dos escenarios grandes nos ha fastidiado más.
Bueno, que me lío. Allá vamos.
El jueves 27 arrancó con la “fiesta de bienvenida”, en la que pude conocer a Sonido Vegetal. Un grupo con sonido propio, punk-gitano, pero muy en la línea de lo que venimos viendo en el Viña en los últimos años. Me sirvió para calentar motores en un día en el que la lluvia aún no había hecho su aparición, y concluyeron con un llamativo lanzamiento de billetes del Monopoly que le dio al momento un aire festivo, recordándonos lo que sabíamos que ocurriría dos días después con La Pegatina. Con tanta juerga, no tenía yo mucha fe en el Capitán Cobarde que vendría después, pero el sevillano Albertucho, al que mi colega Berme me había recomendado ir, me acabó sorprendiendo demasiado gratamente. Ahora mismo estoy tratando descifrar las notas que logré tomar ese día y quedaron destrozadas por la lluvia: “El Marinero. Temazo. Capitán Cobarde, última canción. Público se viene arriba”. Querido Albertucho, si estás leyendo esto: prometo que iré a otro concierto tuyo y haré una crónica como te mereces. En esta ocasión, no podrá ser. Continuamos con Riot Propaganda, ese proyectazo que une a dos bandas ya extintas, Los Chikos del Maíz y Habeas Corpus. Me los perdí en 2013 y este año, en el Viña, fue la primera de las cuatro veces que tengo previsto verles este año, presentando su trabajo Agenda Oculta. Aunque esta vez, con más repertorio propio, nos dejaron con las ganas de escuchar temazos de ambas bandas por separado, estuvieron BRU-TA-LES. Para quien haya vivido debajo de una piedra y no sepa de qué va la movida esta, se trata a grandes rasgos de un rap político muy asimilable hasta para los que no somos fans del rap (Los Chikos del Maíz) unida al sonido de un grupo de rock (Habeas Corpus) no menos politizado. El resultado: un rap con banda con la fuerza de una apisonadora que te electrifica y te atrapa desde la introducción hasta la última canción. El disco es impresionante. Tiene para todos: nos mandan a bailar citando a Clint Eastwood con Danzad, danzad, malditos; nos hacen odiar al sucio esquirol en La Huelga; nos movilizan con el single, Cambiarlo todo; pero si me quedo con un tema, es sin duda Bienvenido al Paraíso (“¡¡¡sonríe imbécil, estás en la tele!!!”). Mierda. Ahora tengo que escucharlo de nuevo; ¡este tema es droga de la buena! Sigo, al lío: arrancaron con la Intro del disco, que comienza por un desgarrador fragmento de la película La Voz Dormida y termina por el no menos desgarrador discurso del subcomandante Marcos: hasta morir si es preciso). Siguieron haciendo repaso por su breve repertorio, en el que incluyeron su primera colaboración, T.E.R.R.O.R.I.S.M.O, incluido en el álbum de Los Chikos titulado Pasión de Talibanes. Estuvo tan bien que le perdonamos a Toni que se le fuese durante unos segundillos la letra, y como mujer me alegra enormemente que presentaran a su técnica de luces como “Patri, la única mujer en esta banda de machirulos”. Me alegra porque nos trae un tema que debería hacernos reflexionar año tras año: la ausencia de las mujeres en los escenarios. Pero eso es otro tema. Después de Riot, llegaba el turno de The Locos, grupo de Pipi de Ska-P; no llegué a terminar de verles porque el frío y el mal sonido acabaron con mis fuerzas y aún quedaban tres días por delante; aquello no lo arregló ni las dos versionazas que alcancé a escuchar: “I like to move it, move it” y la “Song 2” de Blur. Una pena. Otro grupo al que le debo una crónica. ¡Espero que no me queden muchos!
El viernes 28 comenzó para mí con lluvia y con Iratxo. Ha pasado tiempo desde que les oí en la fiesta de bienvenida de 2013, cuando aún se hacía en el camping, subidos a aquel triste autobús en el que casi no se cabía. Poco recuerdo de este concierto; la lluvia, reconozco, me tenía poco entregada. Sin embargo, la lluvia sí que no pudo conmigo en Sínkope, uno de mis grupos de rock clásico favoritos. Poca sorpresa en este: para los que les hemos visto en sala, los conciertos en festivales saben a poco. Una sucesión de sus temas más clásicos donde dejaron claro que pocas bandas actuales le superan en cuanto a letras y rocanrol. En cuanto a mí, me recuerdo coreando bajo la lluvia y saltando en los charcos que empezaban a formarse, especialmente cuando A Merced de las Olas, mi favorita, y en Tarros de Miel, su canción más conocida y con la que siempre cierran los conciertos. Gracias, Vito y compañía, por abrirme las puertas al disfrute de este lluvioso festival. Continuamos con el conciertazo que nos dio Inconscientes. De los mejores de este Viña. Para mí, ignorante del tema, conocida sólo cómo “el grupo de Uoho”, guitarrista de Extremoduro y Platero. Para los que no llegamos a ver en directo a éstos últimos, al margen de los temas propios de Inconscientes, creo que haber podido oír Voy a acabar borracho y Hay poco Rock’n Roll de la puta guitarra de Uoho es algo que nos podrá dejar morir tranquilos. Gracias. Seguimos con Lendakaris Muertos, un grupo de punk con cuyas mordaces letras ¡¡es imposible no pasarlo pipa. Comienzan con la peculiar intro de su último trabajo, Cicatriz en la Matrix, con una voz femenina que anuncia con un presumible acento del Este que “nosotros tenemos más influencia con sus camellos que tú tiene”. Creo que con los primeros acordes y el primer macropogo, en este momento cuando las vallas del foso se vinieron abajo. Yo, desde atrás y en la peculiar tranquilidad de nuestro pogo particular, no me enteré de nada. No faltaron clásicos como Detector de Gilipolleces, Gora España, Drogopropulsado, ¿Estamos en esto por las drogas?, Fuimos Ikastoleros… y un largo etcétera que podría prolongarse hasta en 30 títulos más. Tampoco nuevos himnos procedentes de su último disco, como Arnaldo Schwarzenegger será gobernador, Húngara Chúngara y la desternillante Nunca más volverás a aplaudir en un avión. Sorprendentemente para mí, no terminaron con su famosérrima Oso Panda, que cayó en medio del setlist como disimulada para desconcierto de los miles de disfrazados de tan simpático animal, sino con Veterano de la Kale Borroka y Eta, deja alguna discoteca.
Llegó mi momento de descansar, perdiéndome la posibilidad de asistir a los conciertos de Ítaca Band, Miguel Campello o Non Servium. A los mostoleños tendré oportunidad de verles en el Kalikenyo y, además, quería prepararme para lo siguiente. Los sempiternos Boikot, otro grupo que jamás, jamás de los jamases, defraudan. La broma esa de “eh, hay un festival, Boikot va seguro”, además de ser poco original, no es del todo cierta. Yo he ido a algún que otro festival sin Boikot (lamentablemente, para mí). Lo que sí es cierto que es el grupo que más veces ha tocado en el Viña. Y por algo será que, pese a ello, es una apuesta siempre segura. Incluyeron en el repertorio su nuevo single, Jarama, que además viene acompañado de un cortometraje que habían estado presentando esa misma mañana en Villarrobledo. Además de las canciones que cabía esperar (Inés, Bajo el Suelo, Naita Na, Hasta siempre, Korsakov, Skalasnikov, Tierra Quemada…) hubo varias cosas que me lograron sorprender, cosa nada fácil en un grupo al que he visto unas 10 veces: un espectáculo de fuego, tocando una versión ralentizada de mi favorita (la menos conocida Juntos tú y yo, incluida en el álbum Amaneció y que ya se había podido oír en el Pintor Rock y en el Alterna Festival), no terminando (por fin) con su versión de la canción de Piperrak de Kualkiier Día y terminando con mi segunda favorita, un auténtico himno a la fiesta y a la amistad en tiempos de mierda, Grito en Alto. Esta canción es mi grito de guerra cuando, en casa, me estoy preparando para ir a otro festival.
Tenía ganas de volver a ver a Mago de Öz con su nuevo cantante, Zeta, al frente. Ya había tenido oportunidad de verles en el conciertazo que dieron en las fiestas de Bilbao en septiembre de 2016, pero esperaba esta ocasión con muchas ganas. Quizá, para mí, la mayor decepción del Viña. No tanto por la actuación en sí, sino porque la Organización tuvo a bien ponerles en el escenario pequeño, con lo que fue virtualmente imposible moverse un milímetro sin empujarse. A la hora de repartir escenarios, debieron olvidar que no sólo se trata de un grupo con casi 30 años de trayectoria, sino de que tienen una música hecha para todos los públicos que arrastra a muchísima gente. Joder, que lo ponen hasta en las bodas. He visto gente más pija que Albert Rivera bailando Fiesta Pagana con el puño en alto. En fin. Dos canciones aguanté. Salí como pude y hasta el día siguiente. Me dio pena perderme a Banda Basotti (que vendrían después) pero ya había hecho suficiente para el primer día.
El segundo día, el sábado 29, comienzo con el grupo de Martín Romero, Bocanada, quien arrancándose la camiseta y a pecho descubierto nos deleitó con su sonido con nombre propio. La sombra de Marea es alargada y es difícil no referirse a este grupo como “el del hermano guapo de Kutxi”. Hablando de Kutxi, me gustaría utilizar las palabras que utilizó en la revista Rock Estatal en 2012 para describir a Bocanada: “arropan al rock & roll con mimo y le susurran obscenidades para que se duerma sonriendo”. Kutxi ha hablado. Nada más que añadir, señoría. Tuve la suerte de poder hacerme una foto con Martín abajo y felicitarle por el concierto. Después saldría el sol y vendrían Los de Marras y me consta que no fui la única sorprendida con la cantidad de gente que se congregó en uno de los escenarios grandes, madre del amor hermoso. Arrancaron con un tema potente, Ruido, y no faltaron temas para venirse arriba como Sexo en la Calle, A tu Vera y terminar con tema buenrrollista del día, Hoy. Poco recuerdo de Poncho K. La lluvia, que nos había dado un respiro durante el concierto anterior, volvió con una furia que hizo imposible permanecer a descubierto. Pero el motivo por el que no recuerdo nada es por culpa de un asqueroso machirulo entre el público que tuvo a bien molestarnos a mi amiga María y a mí, pese a pedirle, primero educadamente y luego de forma firme, que nos dejara en paz. Siguen abundando, también en estos festivales, tíos que piensan aquello de que “un no es un sí” y éste espécimen, en concreto, sólo se rindió cuando apareció un amigo nuestro. Ahí sí se disculpó. Con él, por supuesto. Con nuestro “propietario”. A veces, sólo a veces, se me olvida lo que significa ser mujer. Siempre viene algún imbécil a recordármelo. Después de esto, nos fuimos a El Último Ke Zierre, que con su “punk romántico” contribuyeron a aliviar un poco el disgusto que traía. Fue el concierto que menos he disfrutado de esta banda (la lluvia, de nuevo, no ayudó). Tengo que reconocer, no sin cierta vergüenza, que de este grupo no me he parado a escuchar más allá de sus temas clásicos, todos ellos concentrados en el tramo final. Y nos subimos al escenario Smoking a echar unos bailes con el ganador del concurso de bandas de hace dos años, Alademoska, que tuvieron la suerte de tocar en el escenario con mejor sonido de todo el festival. Los valencianos, con su potente puesta en escena, terminaron de eliminar cualquier rastro de mala hostia que pudiera quedarme. Dándolo todo y algún empujón que otro, pudisteis verme en Tipo Rave, mi canción favorita de este grupo de ska que logra poner de buen humor hasta al heavata más purista, de esos que no paran de protestar por la invasión trompetera. Rauda y veloz corrí hacia el escenario Poliakov para no perderme a uno de mis grupos de ska favoritos, Talco. En este sí que hubo cero sorpresas. Algunos temas, no muchos, de su último trabajo, incluyendo la pegadiza Dalla Pallida Miro, los himnos St. Pauli, Danza dell’ Autunno Rosa, Bella Ciao (cuya versión en castellano también tocara Boikot el día anterior), su macarrónico cover de La Mano de Dios, el temazo L’Odore della Morte (la única canción en italiano que he podido aprenderme en mi vida) y concluyendo con La Torre, en el que casi muero por pogo. Sin moverme de donde estaba, vi a los Russkaja, que hablando con un español más que digno, lograron arrancarme la poca Energía que me quedaba en una noche a la que aún le quedaba mucho. Mención especial a su estupenda versión de Wake me Up, aquel tema discotequero del verano de 2013. Posteriormente, dimos paso a Narco, el que a día de hoy es uno de mis grupos favoritos gracias a mi compañero de vida, Dani, que me ayudó a abrir los oídos a sonidos que ni me había planteado. Ahora, no concibo mi vida si sus voces graves y su rap metal. No me quedé muy contenta con el sonido, pero ellos son una apisonadora pase lo que pase. Nada impidió que lo diera todo con Tu Dios de Madera, Son ellos (con la voz de Mamen Mendizábal anunciándonos lo que todos sabemos que ellos hacen), Ahí fuera (vive Satanás), Dame Veneno, Chispazo o el tema final, Puta Policía, aunque obviando la intro sacada de la película Teniente Corrupto. Siempre, siempre echaré de menos Soy el Narco, pero ya me han dicho que nunca la tocan. Una pena. Como también fue una pena perderme la mayor parte de Dakidarría. Me moría de ganas de verles por primera vez, quería oír en directo Mil Berros pero las fuerzas me fallaron a los 15 minutos de concierto y me tuve que marchar. Para más INRI, al día siguiente me enteré de que habían tocado una versión del tema de Kortatu, Sarri Sarri. Una faena bien gorda, pero estoy segura de que habrá más oportunidades de verles.
Y así, llegamos al último día, domingo 30. Me hubiese gustado llegar a Mala Reputación, pero una comida con parte de mi familia festivalera me retuvo fuera del recinto hasta la hora de Cero a la Izquierda. Poca gente para lo que merece este grupo, pero no sorprende teniendo en cuenta que competían con Gigatron. Bonito rock and roll por parte de una banda prometedora con sólo tres discos en el mercado. Me encanta Otra Luz, que cuenta en su versión de estudio con la inestimable colaboración de El Drogas. Muy bestia fue la versión final de Back in Black, de AC/DC. Les seguiré de cerca. Le llegó el turno a otro de los grandes, Desakato. Los considerados el mejor grupo de 2017 por los votantes de manerasdevivir.com tuvieron muy mala suerte con el sonido, el segundo peor sonido del festival (ya hablaré del peor, no tengáis prisa). El hecho de que casi no se les oyera hizo que este concierto nos supiera a muy poco. Ya es la segunda vez que veo que no terminan con Cuando salga el sol, que cayó a mitad. Mi momento particular de venirme arriba fue con la desgarradora Octubres Rotos, sin desmerecer los temas de su último trabajo (La Teoría del Fuego), como Animales Hambrientos o la también premiada Tu Avalancha. Cerraron con Cada Vez, temazo donde los haya y Pánico en Frankfurt.
Un recado hizo que tuviera que marcharme del recinto durante una hora, lo que no impidió que me pasara por el escenario de Whisky Caravan sólo para comprobar con mis propios oídos si la voz del cantante, tan Bunbury-like, tan seductora, sonaba en directo con la misma calidez que en mi casa. Así fue. Me fui a hacer mi recado después de una canción. Luego me enteré de que el cantante La Desbandada, premiados como la Mejor Banda Revelación y a los que tuve la suerte de ver en Madrid en abril, subió al escenario a colaborar con ellos. MIERDA ¿No puede una ausentarse ni un segundo en este maldito festival? Me perdí a los siguientes, The Toy Dolls, pero de nuevo, les veré en el Kalikenyo. Nada que lamentar.
Si alguien se metió en el perfil de Facebook del Viña Rock el día en que publicaran los horarios, habrá asistido a los histéricos comentarios de los festi-haters echando bilis por la coincidencia en horarios del rapero Kase-O con los festivos La Pegatina. Como si no lo hubiesen hecho a posta para no colapsar uno de los escenarios. Lumbreras que sois todos. Pues era de agradecer. En esa hora también coincidían con Hora Zulú, a quienes pude conocer, ver y disfrutar dos semanas más tarde en el festival de Rivas. De las miles de almas presentes en ese momento, la mía era una de las pocas a las que, en esta esta hora tan conflictiva, le importaba tres pimientos qué leches ver. Este año fue el primero en que mi amigo Omar se venía conmigo al Viña, y se me ocurrió que de los tres, le apetecería más echarse unos bailes con La Pegatina. Así que allí fuimos, nos metimos en el ambiente perroflautilla y a bailar como en la verbena del pueblo. Reconozco que este grupo me pone de muy buen humor, me sé bastantes canciones y es diversión asegurada. Olivia, Non é facile, Alosque y la universal Mari Carmen cumplieron perfectamente su función, pero el momento culmen fue, sin duda, la versión del soniquete del juego Tetris que tú, querido lector, si has llegado hasta aquí, también estás tarareando ahora mismo.
Llegó la hora de Soziedad Alkohólika y, para mí, la hora de intentar subirnos a los coches de choque que había instalados junto al escenario Smoking. “Aprovechemos cuando SA, que habrá menos gente”, decíamos. Ilusos de nosotros. Había casi más gente esperando la cola para la atracción que abajo. Exageraciones aparte, y con cierta decepción, volvimos a SA para la traca final, que arrancó con Piedra contra Papel e incluyó mi favorita, Motxalo y Nos Vimos en Berlín. Si has llegado hasta aquí esperando una crónica detallada de SA, algo escrito por mí no es el lugar donde lo encontrarás, mis dispensas.
Y llegamos a mi momento álgido del Viña Rock. Domingo 30. 00.00 horas. Escenario Smoking. No Konforme. Pocos grupos me han llegado tan adentro en tan poco tiempo. Pude oír uno o dos temas cuando fueron teloneros de Sínkope en la Penélope en 2015 (no llegué a tiempo para más), pero ahí quedaron y no fue hasta recientemente cuando los empecé a escuchar con detalle. Las letras. Su potente punk con algún toque ocasional de vientos de ska. Ellos. Me encantan. Y en directo me encantaron aún más. Presentando su tercer D-I-S-C-A-Z-O, Delicias de una Falsa Democracia, que cuenta con colaboraciones como Envidia Kotxina (Refugiados), Segismundo Toxicómano (Cenizas del Capitalismo), Boikot, The Locos y Suzio 13 (Vallekas) o Pulpul de Ska-P (Manifestación) y un single que narra con crudeza, pero también con esperanza, el drama del acoso escolar (Alas de Papel), sin olvidarnos de la canción dedicada a Berta Cáceres, Seremos Millones. El concierto estuvo a la altura del disco. Comenzaron con La Resistencia e incluyeron canciones de su primer álbum, como Vertedero Infantil, Mala Kresta o Jaque al Rey. Mostraron ser aliados del feminismo mostrando su solidaridad hacia la lucha de las mujeres, pues tras Susana Dekadenzia reconocieron no saber lo que es ir caminando a casa sin miedo a ser violados. Gracias, chicos. De corazón. No faltó el ingenioso juego de palabras de Los que van a Morir te la Sudan y STOP Desahucios y, cuando parecía que aquello acababa, volvieron a salir para las tres últimas: la voz de Berta introdujo Seremos Millones, seguida de Vallekas y, por supuesto, Bala Perdida. Muy bestia este concierto.
Y, ahora sí, llega el concierto de la vergüenza del Viña. Y de nuevo, podemos culpar al sonido. Teníamos muchas ganas de escuchar el nuevo álbum de Def con Dos, Trending Distopic. Llegué corriendo desde No Konforme, justo a tiempo para Esto es el Def. La última confirmación del festival, que sustituyó a la Pulquería tras su caída del cartel, venía acompañada del morbo que rodea actualmente a la figura de César Strawberry, una de las víctimas de la infame Operación Araña para la que, por supuesto, no podía faltar un tema. Pero, cosas de la vida, Que tú nos persigas… fue también víctima de un infame sonido que terminó por tocar fondo en este momento. Unos diez minutos estuvieron cantando sin que se les oyera NADA. Los saltos de Strawberry continuaban mientras esperábamos pacientemente a ver cuánto tiempo duraría el despropósito. El sonido volvió para poder oír los últimos segundos de Poco pan. Una vergüenza, de verdad. Pero bueno, no faltaron mis coros y mis saltos (a falta de voces femeninas de verdad arriba del escenario) en Agrupación de Mujeres Violentas y El Día de la Bestia, faltaría más. Llegaría el momento de coña del festival, que no podía faltar. Este año, de mano de Los Manolos. Y que me perdone si algún fan me lee, pero no puedo tomarme en serio un grupo que presenta como “feminista” una canción cuya letra dice “Manolo, hazte la cena solo”. Por supuesto, no podía faltar All my Loving y Amigos para siempre ante un público extrañamente numeroso (aunque, a juzgar por lo ocurrido con los Chichos el año pasado, debe haber más fans de la rumba catalana en el Viña de lo que cabría suponer). Este año, por primera vez en mi vida y sin que sirva de precedente, aguanté hasta el escenario de tributos, donde de la mano de Pedrá pude escuchar todos los temas clásicos de Extremoduro, algo que nunca viene mal a falta (de momento) de los originales.
Hasta aquí mi intento de crónica del Viña. No quiero dejar pasar la oportunidad de nombrar a todo el que ha contribuido a que, un año más, ha hecho de este micromundo un tiempo inolvidable. De la familia del foro Vinarock.tk este año hubo demasiadas bajas importantes que lamentar, pero quedamos los supervivientes para juntarnos en el bar en torno a unos pacharanes: Gael y Amanda (y hermana y novio), mi compi de habitación Fermín, el boss y dueño de todo Diego; los que estuvieron en algún momento: Pancha para hacer de periodista de verdad, Batman y compañía; los que nos dieron la sorpresa apareciendo el último día: Berme y Uri (y compañía!); los que se unieron por primera vez y los que se quedaron en el camping. A todos ellos, todos con los que coincidí al menos un segundo, un saludo, una canción, un empujón, un viaje en coche, un pogo, una mínima locura. GRACIAS y hasta la próxima.
Además de esta familia, en los últimos tres años también he podido incorporarme a la familia festivalera del bendito santo que me aguanta a diario, a los que quiero casi casi como a mi familia ya. Saben quiénes son, mamones, así que no esperen que les nombre uno a uno, que son incorregibles.
Texto: Sabrina Sánchez Quintero.
Fotos: Ángel Delgado Sánchez
excepto Mago de Oz (organización del Viña Rock)