Unas de las grandes satisfacciones de asistir a festivales y conciertos es/son las personas con las que los compartes. Sabrina S. Quintero es una de ellas y suele expresar y escribir sus emociones personales una vez acabado de una forma que solo ella sabe.
CELTAS CORTOS
«Músicos de Nuestra Vida»:
Celtas Cortos fue, durante prácticamente toda mi adolescencia, mi grupo favorito. Siempre me ha parecido fascinante la manera en que incluyen instrumentos de la música celta sin perder la esencia de grupo de rock. Los descubrí gracias a mi padre. En su casa, descubrí que había comprado el álbum «Tranquilo Majete». Lo puse, no me convenció al principio. Pero me gustaba mucho la carátula y el libro de letras (original, cada canción escrita a mano por cada uno de ellos), y como me aburría, me puse a seguir las letras mientras sonaba. Entonces, con canciones de ese disco, como «Lluvia en Soledad» (si no se te ponen los pelos de punta con esta canción, lo siento, estás muerto por dentro) y otra muy divertida de ese álbum, que no se ha hecho famosa, la de Rosabella y Domingo (la historia de dos transexuales, hombre y mujer, que se enamoran el uno del otro sin saber de la condición del otro, y finalmente, pues oye, ya está resuelto «el cruce de caminos»), pues poco a poco me fueron enganchando. A la pequeña Mafalda que había en mí le gustó también la letra de Tranquilo Majete (en un principio no la pillé, joe, tenía 10 años), y ya me enganchó también. Pero luego, como que los fui olvidando… hasta que apareció en mi vida, aquella canción. LA canción. Estando en el verano de 1998 en casa de mi prima Marga, en Fuerteventura, vimos el videoclip de una actuación en directo (que luego se incluiría en EL DISCO, del que hablaré más adelante) de El Emigrante. Les recuerdo que hablamos de una cría de 14 años. Y ahí se quedó, pegada en mi mente.
Hasta que por fin, conseguí EL DISCO. El disco es, por supuesto, «Nos vemos en los bares». Sus mejores temas, recogidos en un concierto de dos días en su tierra natal (Valladolid). No sé, de verdad, cuántas veces habrá sonando ese disco en mi casa. Quien me conoce de aquellos años, lo tiene que saber. Mi madre, encantada (supongo que pensó que el hecho de que me gustara un grupo de calidad y no las boybands de mierda que me gustaban, le dio algo de esperanza sobre mi educación musical (de la que, gracias a ella y a mi padre, no me puedo quejar). Con ella solíamos darle un repasito a las letras. Reflexiones intimistas (Retales de una vida, Lluvia en Soledad), denuncias sociales (el Emigrante, Tranquilo Majete, Haz Turismo, ¿Qué voy a hacer yo?), temas existenciales (La Senda del Tiempo, Tú eres el mejor), inclasificables para mí como Cuéntame un Cuento o la mencionada de Rosabella y Domingo, y también temas muy cañeros para subir el ánimo (No nos podrán parar, Gente Distinta).Y SIN ABANDONAR, JAMÁS, EL TOQUE CELTA QUE ME ENCANTA. Me compré todos los CDs. TODOS. Los que sacaron hasta 1999. El último que me compré, fue “Tienes la puerta abierta”. Luego, no sé, no es que me cansara. Es que sacaron lo del Alquimista Loco, estuvieron un par de años haciendo instrumentales (y oye, a mí la música celta me gusta, pero eso de que no haya ni un pedacito pa cantar… pues yo que sé, como q no…). Fui a un concierto suyo en 2001, en el festival Campus Rock en Telde (andaba yo en 1º de Bachillerato), que nos llevaron mi madre y Jose a mi amiga Leti y a mí, en la playa. Y ahí, yo, con mis tiernos (o no tan tiernos) 17 años, disfruté del concierto y canté todas las canciones como una adolescente desbocada. Arístides Moreno (un cantautor bastante conocido en Canarias), que había actuado justo antes en dicho festival, salió a cantar con él, creo recordar, El Emigrante (precisamente la que a mí me abrió la puerta a este grupo!). Y en un momento, en el ardor de la noche, coge el Arístides y se baja los pantalones, quedándose en calzoncillos. Y Jesús Cifuentes no iba a ser menos, así que él cogió y se quitó todo, dejándose el “instrumento” al aire. Llámenme mojigata, pero oye… como que no me terminó de gustar el gesto. Me pareció inadecuado, no sé. Se me cayó un mito. Ahora lo pienso y no es para tanto, joe. Pero bueno, en ese momento me quedé a cuadros.
Luego cambiaron durante unos años de vocalista, y les perdí totalmente la pista. Me fui a estudiar a Salamanca. Allí, en los bares, cuando ponían “20 de abril” o “La senda del tiempo”, pues eso, las cantaba porque me gustaban y me las sabía, pero vamos, poco más. Me llevé conmigo toda la discografía, pero dándome cuenta de que sólo escuchaba “Nos vemos en los bares” y el resto me ocupaban mucho sitio en mi mini habitación del Colegio Mayor, pues en segundo los envié de vuelta a casa. No sé si lo que ocurrió en el Campus Rock influyó en que no volviera a ir a un concierto de los Celtas. El caso es que oportunidades ha habido. Siempre van al Viña y al En Vivo. Pero entre las horas (solía ser temprano) y que no había gran entusiasmo colectivo por ir, como que lo dejaba pasar. Y era raro por eso, porque aunque ya no los siguiera, eran y son uno de los “grupos de mi vida”, los que hicieron que me fuera gustando poco a poco el rock español (ya que a grupos más míticos como Extremoduro los conocería a mi llegada a la Península, no antes). Por supuesto, ya no me entusiasmaban como antes. Pero bueno, el caso es que, por lo que fuera, hasta ayer, no los volví a ver. Y no saben cómo me arrepiento de haberlos «medio olvidado». Ayer a las 20.55, empezaron con una que no llegamos a oir. Siguieron con “En estos días inciertos” y la tercera ya fue «Tranquilo Majete». Ya me vine arriba. No había lluvia que valiera. El Emigrante, 20 de abril, La Senda del Tiempo, Cuéntame un cuento… todas las míticas, algunas menos conocidas, otras que yo no conocía, algún medley celta (geniales) … y como colofón, por supuesto, No nos podrán parar y Retales de una vida. Echamos de menos “Haz Turismo”, y yo también “Lluvia en soledad”, pero bueno, no se puede tener todo en esta vida.Me arrepiento de haberos dejado de lado en mi vida. No volverá a ocurrir (ah, y gracias por volver, sin ti no era lo mismo, Jesús).
«Músicos de Nuestra Vida»:
Celtas Cortos fue, durante prácticamente toda mi adolescencia, mi grupo favorito. Siempre me ha parecido fascinante la manera en que incluyen instrumentos de la música celta sin perder la esencia de grupo de rock. Los descubrí gracias a mi padre. En su casa, descubrí que había comprado el álbum «Tranquilo Majete». Lo puse, no me convenció al principio. Pero me gustaba mucho la carátula y el libro de letras (original, cada canción escrita a mano por cada uno de ellos), y como me aburría, me puse a seguir las letras mientras sonaba. Entonces, con canciones de ese disco, como «Lluvia en Soledad» (si no se te ponen los pelos de punta con esta canción, lo siento, estás muerto por dentro) y otra muy divertida de ese álbum, que no se ha hecho famosa, la de Rosabella y Domingo (la historia de dos transexuales, hombre y mujer, que se enamoran el uno del otro sin saber de la condición del otro, y finalmente, pues oye, ya está resuelto «el cruce de caminos»), pues poco a poco me fueron enganchando. A la pequeña Mafalda que había en mí le gustó también la letra de Tranquilo Majete (en un principio no la pillé, joe, tenía 10 años), y ya me enganchó también. Pero luego, como que los fui olvidando… hasta que apareció en mi vida, aquella canción. LA canción. Estando en el verano de 1998 en casa de mi prima Marga, en Fuerteventura, vimos el videoclip de una actuación en directo (que luego se incluiría en EL DISCO, del que hablaré más adelante) de El Emigrante. Les recuerdo que hablamos de una cría de 14 años. Y ahí se quedó, pegada en mi mente.
Hasta que por fin, conseguí EL DISCO. El disco es, por supuesto, «Nos vemos en los bares». Sus mejores temas, recogidos en un concierto de dos días en su tierra natal (Valladolid). No sé, de verdad, cuántas veces habrá sonando ese disco en mi casa. Quien me conoce de aquellos años, lo tiene que saber. Mi madre, encantada (supongo que pensó que el hecho de que me gustara un grupo de calidad y no las boybands de mierda que me gustaban, le dio algo de esperanza sobre mi educación musical (de la que, gracias a ella y a mi padre, no me puedo quejar). Con ella solíamos darle un repasito a las letras. Reflexiones intimistas (Retales de una vida, Lluvia en Soledad), denuncias sociales (el Emigrante, Tranquilo Majete, Haz Turismo, ¿Qué voy a hacer yo?), temas existenciales (La Senda del Tiempo, Tú eres el mejor), inclasificables para mí como Cuéntame un Cuento o la mencionada de Rosabella y Domingo, y también temas muy cañeros para subir el ánimo (No nos podrán parar, Gente Distinta).Y SIN ABANDONAR, JAMÁS, EL TOQUE CELTA QUE ME ENCANTA. Me compré todos los CDs. TODOS. Los que sacaron hasta 1999. El último que me compré, fue “Tienes la puerta abierta”. Luego, no sé, no es que me cansara. Es que sacaron lo del Alquimista Loco, estuvieron un par de años haciendo instrumentales (y oye, a mí la música celta me gusta, pero eso de que no haya ni un pedacito pa cantar… pues yo que sé, como q no…). Fui a un concierto suyo en 2001, en el festival Campus Rock en Telde (andaba yo en 1º de Bachillerato), que nos llevaron mi madre y Jose a mi amiga Leti y a mí, en la playa. Y ahí, yo, con mis tiernos (o no tan tiernos) 17 años, disfruté del concierto y canté todas las canciones como una adolescente desbocada. Arístides Moreno (un cantautor bastante conocido en Canarias), que había actuado justo antes en dicho festival, salió a cantar con él, creo recordar, El Emigrante (precisamente la que a mí me abrió la puerta a este grupo!). Y en un momento, en el ardor de la noche, coge el Arístides y se baja los pantalones, quedándose en calzoncillos. Y Jesús Cifuentes no iba a ser menos, así que él cogió y se quitó todo, dejándose el “instrumento” al aire. Llámenme mojigata, pero oye… como que no me terminó de gustar el gesto. Me pareció inadecuado, no sé. Se me cayó un mito. Ahora lo pienso y no es para tanto, joe. Pero bueno, en ese momento me quedé a cuadros.
Luego cambiaron durante unos años de vocalista, y les perdí totalmente la pista. Me fui a estudiar a Salamanca. Allí, en los bares, cuando ponían “20 de abril” o “La senda del tiempo”, pues eso, las cantaba porque me gustaban y me las sabía, pero vamos, poco más. Me llevé conmigo toda la discografía, pero dándome cuenta de que sólo escuchaba “Nos vemos en los bares” y el resto me ocupaban mucho sitio en mi mini habitación del Colegio Mayor, pues en segundo los envié de vuelta a casa. No sé si lo que ocurrió en el Campus Rock influyó en que no volviera a ir a un concierto de los Celtas. El caso es que oportunidades ha habido. Siempre van al Viña y al En Vivo. Pero entre las horas (solía ser temprano) y que no había gran entusiasmo colectivo por ir, como que lo dejaba pasar. Y era raro por eso, porque aunque ya no los siguiera, eran y son uno de los “grupos de mi vida”, los que hicieron que me fuera gustando poco a poco el rock español (ya que a grupos más míticos como Extremoduro los conocería a mi llegada a la Península, no antes). Por supuesto, ya no me entusiasmaban como antes. Pero bueno, el caso es que, por lo que fuera, hasta ayer, no los volví a ver. Y no saben cómo me arrepiento de haberlos «medio olvidado». Ayer a las 20.55, empezaron con una que no llegamos a oir. Siguieron con “En estos días inciertos” y la tercera ya fue «Tranquilo Majete». Ya me vine arriba. No había lluvia que valiera. El Emigrante, 20 de abril, La Senda del Tiempo, Cuéntame un cuento… todas las míticas, algunas menos conocidas, otras que yo no conocía, algún medley celta (geniales) … y como colofón, por supuesto, No nos podrán parar y Retales de una vida. Echamos de menos “Haz Turismo”, y yo también “Lluvia en soledad”, pero bueno, no se puede tener todo en esta vida.Me arrepiento de haberos dejado de lado en mi vida. No volverá a ocurrir (ah, y gracias por volver, sin ti no era lo mismo, Jesús).
Texto: Sabrina S. Quintero