MÚSICOS DE NUESTRA VIDA
Dice una de las canciones más conocidas de Benito Kamelas que “una noche fría de invierno fue cuando te conocí y empezó este bello sueño”. Pues creo que lo mío con ellos fue algo así… amor a primera vista. No conocía nada de ellos, salvo una canción, cuando los vi por primera vez en directo. Fue en una sala madrileña a la que acudimos por ver a los teloneros (amigos de un colega), y no iba con más expectativas que pasármelo bien. Era la gira de Buena Energía, allá por 2011, en la sala Live de Carabanchel. Fuera, un frío que pelaba en pleno enero. Dentro, el nombre que daba título al disco circulaba a manos llenas.
Y ahí me enamoré. Pocas veces me he reído más que con los chistes de Quini, me he contagiado tanto del buen rollo de un grupo o he disfrutado tanto escuchando a un grupo que no conociera previamente. Y desde entonces… hasta hoy. En sólo tres años se han convertido en uno de mis grupos favoritos, pese a que más de uno, “no sé por qué, me llame loca”.
Entre los recuerdos más entrañables que atesoro de esta banda está el del festival En Vivo 2012 en Rivas Vaciamadrid. Tocaban el último día a última hora. Estar allí, tras dos días de intensa lluvia y calados hasta los huesos, suponía un enorme sacrificio. Antes del concierto, estuvimos más de una hora, ya de madrugada, dando vueltas por el pueblo en busca de algo caliente que tomar. Cuando por fin conseguimos un puñetero café en una gasolinera ya estábamos agotados ateridos y hasta de mal humor; nos planteamos seriamente la posibilidad de volver a casa. Al final, nos miramos todos, sacamos fuerzas de donde no las teníamos, le echamos voluntad y volvimos al festi. Creo que es de las mejores decisiones que he tomado de mi vida. Fue un final de festival grandioso que nos llenó, de nuevo, de Buena Energía. Gracias, Benito.
Cualquiera que les siga en las redes sociales, tanto a la banda como a Quini (su vocalista) estará de acuerdo conmigo en la humanidad que destilan al expresar su frustración con la situación actual en general y la crisis del rock’n’roll en España en particular. Aunque esto no es nuevo entre las bandas estatales, la forma en que tienen “los Benito” de expresarla es única. Tienen un estilo propio, inexplicable. Propio de su “rock de barra”, como les definen en Wikipedia.
Y de ellos destaco, sobre todo, las letras. Tocan todos los temas. Amor y desamor, política, pasado, su historia, desesperación, locura, exclusión, drogas. Con una profundidad que uno no se espera hasta que se para a escucharlos. Con profundidad, pero sin dramatismos, porque hay que tirar pa’lante y seguir luchando. Poesía de barra.
Pero he de confesar que estoy un poco enfurruñada con ellos. El anuncio de su “gira Requiem”, en el que venían pidiendo “una oración y una cerveza por el alma de Benito Kamelas”, daba a entender que la mítica formación abandonaba los escenarios. Cierto es que no lo explicitaron, no han mentido. Pero el mensaje era, cuanto menos, ambiguo.
Cierto es que quizá era algo que yo temiera desde hacía un tiempo. Confieso que, pese a entristecerme profundamente, no fue algo que me sorprendiera. En su “carta abierta” sobre la escena musical, Quini nos transmite desde su Facebook una perspectiva desgarradoramente desesperanzada sobre el presente y el futuro del rock español. Su canción “Sueños Rotos” señalan a un claro culpable: la industria y sus oscuros intereses. En mi cabeza, todo apuntaba a que, 17 años y múltiples cambios de integrantes después (siempre con Quini a la voz), el señor llamado Benito Kamelas iba a morir. Y así sería, pero no de la forma que yo esperaba.
Y allí iba yo, haciendo cola desde primera hora y en la segunda fila, dispuesta a desgañitarme. Mordiéndome hasta los codos de los nervios y medio mosqueada con mi novio, que llegaba un poco tarde, por no estar ahí aguantándome la neura. Me plantifiqué una hora antes en primera fila y, con algo de retraso, empezó el show.
Pusieron un emotivo vídeo con el tema principal de El Último Mohicano, con imágenes de todos los integrantes que han pasado por allí desde sus tiernos inicios, para ir calentando motores. Posteriormente, un vídeo de su “mascota”, la calavera. Ésta habla y nos explica que es “Benito Kamelas”, y tras culpar a “sus padres” de ponerle este nombre bajo los efectos del alcohol, anuncia que, al cumplir los 18 años, ha decidido cambiar de nombre y pasar a ser, simplemente, Los Benito. Vamos, que tanto susto que he pasado, para nada. La gira Requiem es por el nombre. ¡Tanto sufrir para esto!
Finalmente, salieron al escenario sin teloneros y desde el principio hasta el final, creo que como público Madrid no defraudó, aunque Quini no parara de compararnos, para mal, con la ciudad en la que habían estado la noche anterior.
Si la memoria no me falla, tocaron canciones de toda su trayectoria y no creo que dejaran atrás ninguna de las más conocidas. Empezaron con fuerza con “Qué más da” y “Quisiera”, pero el calentón llegó finalmente con el famoso coro con el que empieza “Y no cambiamos ni un solo minuto”. Siguieron con otros temazos, pero el público se volvió a entregar con Iros a la Mierda (Blablabla), volver a empezar, Aquellas cosas que solíamos hacer, Loko con su correspondiente pogo, Cocaína, He Decidido (otra de mis favoritas). Y según escribo esto, me arrepiento de haber empezado a poner ejemplos pues, a decir verdad, no sabría decir en qué momento se vino la gente arriba. El concierto fue un subidón mantenido. Iba intercalando el vocalista, entre canción y canción, comentarios acerca de las canciones, de sí mismo, de su simpatía por Podemos (liderado por su “hermano gemelo” de la coleta), con ese sentido del humor tan ácido pero bonachón que le hemos visto en otras ocasiones. Además, todos los músicos tuvieron la oportunidad de marcarse unos solos espectaculares. De éstos destacaría, por encima del resto, el del batería. Sus compañeros le dejaron solo en el escenario, y estuvo por lo menos 3 minutos dándolo todo y dejándonos boquiabiertos. Realmente brillante.
En los bises se hicieron un poco los remolones, incluso Quini nos increpó por el poco entusiasmo con el que les pedimos “otra”. Supongo que la gente está tan curtidos en conciertos, que ya sabían lo que venía sin verse en la necesidad de pedirlo. Yo misma, cansada de dejarme la voz pidiendo “otra”, opté por callarme y esperar. Sabíamos que volverían. Y lo hicieron. Fue mi Abuelo y Ayer Soñé fueron la guinda. La rehostia. No tengo palabras. Finalmente, como es habitual en ellos, terminaron con Valencia Ciudad, dejándonos a la mayoría con ganas de más. Un conciertazo, realmente.
No quisiera acabar esta historia sin mi confesión de groupie. A mitad de concierto, cuando anunciaron que la siguiente iba a ser “La guarida de los gatos”, otra chica de la primera fila y yo pusimos, debimos de poner, de la emoción, cara de ternerito degollado sin darnos cuenta. El bueno de Quini, con un gesto, nos pidió que sonriéramos. Es una canción de comienzo triste y final alegre. Hay razones para sonreír, y así nos lo pidió en la siguiente canción. “Esta canción, se la quiero dedicar a ti [¡me señala a mí!] y a ti [señala a la otra chica]. A LAS DOS. SONRÍE MI NIÑA”. Precioso. Un grupo que cuida a sus fans. Qué más se puede pedir.
Un par de canciones más tarde volvieron a repetir que no se separaban, preguntándose que por qué la gente creía eso. Por tanto, que nadie se engañe. Muere Benito Kamelas, pero nace (o renace) “los Benito”. Harán un descanso para componer, según comentaron al acabar. No es que sea un gran cambio pues, al fin y al cabo, son muchos los que los llamaban ya “los Benito”. En cualquier caso y, se llamen como se llamen, sus seguidores estaremos aquí, deseando que vuelvan.
Setlist Benito Kamelas. Sala Penélope (Madrid). 22 de noviembre de 2014
- Qué más da.
- Quisiera
- Y no cambiamos ni un solo minuto.
- Volver a empezar
- Sueños rotos.
- Libre por primera vez
- Iros a la mierda (blablabla)
- Contra viento y marea
- Loko
- Cocaína
- La guarida de los gatos
- Sonríe
- Aquellas cosas que solíamos hacer
- He decidido
- Destino
- La Farola
- Naturalmente
- Sueños con traje de tinta
- Ayer soñé
- Valencia ciudad
Texto y foto: Sabrina Sánchez Quintero