Existe cierto momento, justo antes de despertar de un sueño, en el que empiezas a sentir que algo no va bien. Una difusa línea en la que aún no eres consciente de estar dormido, pero algo empieza a fallar. Es solo un instante, un momento fugaz en el que lo que te rodea se revela ficticio, la realidad se quiebra, los sonidos se perciben enlatados. Es menos de un segundo en el que todo da un vuelco, no sabes si serás capaz de soportarlo, si todo empezará a dar vueltas y vueltas cada vez más deprisa y te arrojarás a la espiral de la que no hay retorno posible. Pero entonces todo se para en seco. La voz de la experiencia corta tajante, te da un revés a mano abierta y comienzas a comprender que estabas soñando, que todo había sido eso; un sueño. En ocasiones, si lo soñado es agradable, llegar a este punto es un fastidio y nos empeñamos en volver, en no despertar y continuar en ese mundo que nos hacía tan felices, pero resulta imposible. Puedes poner todo tu empeño, toda tu imaginación para simular que estás en tu ansiada dimensión onírica, pero ya nada es igual, parece un decorado de cartón creado por ti mismo para que tú mismo te lo creas,… y no te lo crees. Así que finalmente claudicas, abres los ojos, despiertas y pones punto y final a la aventura.
Los mejores sueños quizá sean los que recordaremos siempre, los realmente inolvidables. Al final siempre nos queda, forzosamente, volver a la realidad, con sus sinsabores, sus alegrías y sus demás cosas, y con la certeza de que inevitablemente llegará la noche y, tarde o temprano, llegarán nuevos sueños, diferentes, pero igualmente gratificantes.
Digo todo esto como si acaso a alguien le importara. Seguramente no, pero es mi esquela particular para algo que ha sido una parte importante de mi vida. Casi una década. Soñando, luchando, creando, disfrutando. Casi diez años de canciones, letras, acordes, ritmos. Ultraje ha llegado hasta aquí; gracias a todos los que habéis formado parte de un modo u otro.
Rober. Bajo y voz de Ultraje